Lo sucedido con el Grupo Wagner en Rusia, catalogado por Vladimir Putin como “una traición”, y por Yevgueni Prigozhin como una marcha para “liberar al pueblo ruso”, terminó de forma inesperada. Este último se dirigió a Bielorrusia, donde el presidente Aleksander Lukashenko le concedió asilo. Ahora Putin llama a su homólogo del país vecino “traidor a la Patria”. Lo cierto es que Rusia está al borde de la guerra civil.
Esto llama la atención, porque una persona que califica de “traidores a la Patria” a los sublevados, se molesta cuando lo critican y los detiene, más tarde permite que se exilien y les retira los cargos, aunque permite que firmen nuevos contratos con las FFAA, o regresen a sus hogares, y aquí no paso nada. La imagen de Putin de “hombre fuerte” se ha desdibujado al mostrar debilidad.
Putin está frente a un panorama complejo, pues se ha visto obligado a subcontratar la guerra contra Ucrania. Sí, el “invencible” ejército ruso tuvo que buscar presos en las cárceles y mercenarios para entrar en combate. No olvidemos que Wagner fue el factor decisivo en la batalla de Bajmut, la más cruenta de esta guerra.
¿Cómo está quedando Wagner ante todo esto? Se tejen tres supuestos:
1. El alzamiento fue real, pero por peleas internas en Moscú.
2. El alzamiento no fue real, fue una “fintas” rusa para llevar a Wagner a Bielorrusia y no causar alarma en el vecindario.
3. El alzamiento fue real, luego que Prigozhin fue reclutado por Occidente.
Por otro lado, la noción de Rusia como gran potencia está en entredicho. Putin tuvo suerte que la marcha hacia Moscú terminó favorablemente, pudo derivar en una guerra civil, pero está situación obliga a una redefinición de la geoestrategia rusa, y exige a la OTAN y la Unión Europea ajustar sus análisis de fines, formas, medios y riegos. Última hora sin confirmar al cierre de este artículo: Prigozhin regresó a San Petersburgo.