En el 2006, aquí, en el Perú, derrotamos socialmente a Hugo Chávez. Porque el verdadero candidato no fue O. Humala, sino Chávez, con su dinero, sus insultos y su catastrófica ideología. Así, evitamos un proyecto autoritario y antidemocrático, amén de totalmente controlista y estatista en lo económico, que hubiera conducido nuestro país a una gravísima crisis. Y, tras cinco años de ejercicio democrático, logramos metas pocas veces alcanzadas en empleo, crecimiento, obras en favor de los humildes y reducción de la pobreza. Hoy, en cambio, el “chavismo”, ensalzado antes por muchos, es solo un cementerio económico y político.

Porque el socialismo democrático no es un discurso extremista o inmediatista sino una construcción responsable, sostenible, y con frutos en el mediano y largo plazo. Eso se logró derrotando la demagogia chavista que, en el 2006, parecía imbatible en el continente con los millones petroleros y su fácil demagogia. Pero además, el Perú, al crecer 8% en cada uno de los 5 años siguientes, con empleo, electrificación, agua, inversión privada, y triplicando sus exportaciones con los Tratados de Libre Comercio, logró algo tan sólido, que Humala se vio forzado a alejarse de Chávez para entregarse a la penetración ideológica e imperial del gobierno brasilero. Y, obligado por la velocidad que el país ya tenía, no pudo apartarse del camino democrático y económico, aunque, como lo continuó a desgano, dejó un país desilusionado y creciendo muy por debajo de lo que debió.

Sin embargo, en el 2005 y 2006, el proyecto chavista parecía imbatible. Apoyado en la inmensa riqueza petrolera, Chávez compró la voluntad de pequeños países caribeños que le sirvieron de coro agradecido y, en otros países, movilizó grupos y masas con dirigentes bien financiados. Además, aunque parezca mentira, dominó ideológicamente a los gobiernos “izquierdistas” de naciones más importantes, como Argentina y Brasil, que también le hicieron eco, compitiendo por ser los más cercanos a Chávez.

Pero el precio del petróleo bajó, y como Chávez había controlado y estatizado todo lo posible, ninguna inversión externa llegó a Venezuela que, hoy, con la producción agrícola e industrial en crisis, es un país empobrecido y desabastecido. Mas de 900,000 millones de dólares de exportaciones petroleras fueron despilfarrados y Chávez murió, antes que el modelo se derrumbara sobre él, como ahora está ocurriendo con el más ignorante y torpe Maduro.

Cuba. Igual ocurrió con otros países que siguieron en todo o en parte el modelo chavista, pero sin riqueza petrolera. Solo la Cuba de los Castro aprovechó maquiavélicamente el egocentrismo de Chávez. Bloqueada por su propio modelo de estatización total e igualitarismo en la pobreza, Cuba había sido un útil instrumento soviético en la Guerra Fría hasta el derrumbe del comunismo; entonces, con gran oportunismo, sustituyó aquel subsidio por la donación petrolera venezolana. Todo ello con el argumento de que la causa de su retraso era la prohibición norteamericana de comerciar con Cuba, aunque eso solo es en parte real, porque Estados Unidos es el 25% del Producto Mundial, pero el otro 75%, que es europeo, asiático y latinoamericano, nunca bloqueó a Cuba o dejó de comerciar con ella.

El verdadero bloqueo fue su estatismo, pues nadie pudo invertir allí tecnología o dinero para generar producción y empleo. Y por ello, siguió siendo, como Haya de la Torre lo anticipó valerosamente en 1961, un país monocultivador y sometido a la dictadura personal más larga de la historia universal. Echaron a Batista, tras siete años de dictadura, para quedarse 60 años, y como Chávez murió, y el petróleo se acabó, han terminado pactando el auxilio político y económico de los Estados Unidos.

Brasil. Brasil es inmenso, pero por su política de impulso al “izquierdismo” continental, terminó sometiéndose a los conceptos chavistas. Cerró el libre comercio con el mundo, estableciendo aranceles del 35%; escogió el dirigismo económico, aliando al Estado con las grandes corporaciones empresariales, y utilizó la entrega de subsidios monetarios para ganar votos reeleccionistas, logrando con ella una reducción pasajera y cosmética de la pobreza. Pero así, sacrificó la infraestructura social y económica y su producción cayó, como lo advertí en el año 2012 en mi escrito “Quo Vadis, amado Brasil?”. Cuando comprendieron la crisis del modelo, anunciaron inversiones por cientos de miles de millones, pero con esa oferta vinieron los escándalos y, bajo ellos, la inflación, el reempobrecimiento y la reducción del Producto Bruto.

Argentina. Camino parecido siguió Argentina, que fue un gran escenario para los discursos de Chávez. Cierre comercial, control de cambios, rechazo a la inversión y, como consecuencia, inflación, recesión económica, autoritarismo, reeleccionismo conyugal, etc. E igual ocurrió en otros países del frente chavista o Alba. Los únicos beneficiarios fueron los políticos, publicistas, periodistas, etc. que, en todo el continente, se distribuyeron las ayudas electorales y los millones chavistas. En cambio, sus pueblos perdieron, no crecieron, y terminaron en mayor pobreza.

Así pues, en el 2006 derrotamos a Hugo Chávez en el Perú y, con el gran crecimiento económico y social que todos aceptan, impedimos que el candidato del 2011, esta vez apoyado por Brasil, torciera el camino.

Pero además, enfrentamos y evitamos la “reelección conyugal”. Claro, esto último me costó un aluvión de insultos, campañas negras y titulares negativos, mas no importa. Cumplimos con el Perú, derrotamos al chavismo demagógico y dictatorial y afirmamos el camino del Pan con Libertad. Así quedará en la historia.