Si algo hay que reconocerle a Kenji Fujimori es que, en pocos meses, ha logrado acaparar la agenda de los medios. No hay día en que no logre un buen titular, un tuit; no hay tema que se le escape. Ciertamente, Kenji no actúa solo. Tiene tras de sí, desde un estupendo dibujante, hasta quien lo asesora. Es un secreto a voces que el taimado comunicador fujimorista Jorge Morelli lo guía en su quehacer público; pero vaya que, suelto en plaza, el muchachón mantiene una audiencia de seguidores bastante aceptable para una candidatura en el 2021.

La interna de Fuerza Popular, incluidos asesores y consultores, ningunea a Kenji. La cúpula “naranja”, donde Keiko tiene voz de mando, piensa eso. Se equivocan estrepitosamente. Podrá motivarle el indulto a su padre, pero está logrando lo que a Keiko le tomó más tiempo: conectar con la gente, traspasar el vidrio del televisor, enganchar.

Una de sus últimas ocurrencias ha sido lanzar la bicameralidad como una idea suya. Que ciertamente no lo es, ya que ha sido planteada desde la época de Paniagua, discutida y encarpetada por falta de quorum y de poca atención en los medios; pero que de pronto es tema nacional. Grandes columnistas escriben sobre la propuesta, los congresistas evalúan agendas, todos discuten la idea. Está logrando lo que todo el que se lanza al ruedo consigue: la atención de los anónimos y el desprecio de los renombrados.

El Gobierno debería aprender de Kenji. Cópiense cómo coloca temas que impactan en los medios. El Gobierno hará mucho, pero si no se sabe es como si no hicieran nada. Keiko no se da cuenta que, con el castigo, más lo levanta.