El neozelandés Peter Jackson ha demostrado que es un cineasta de fuste, ambicioso y creativo. Confeso admirador de la obra de J.R.R. Tolkien, asumió el reto de llevar a la pantalla grande "El señor de los anillos” en tres elaboradísimmas partes estrenadas entre 2001 y 2003. Luego de lo cual emprendió una extensa y admirable versión de King Kong” (2005), su mejor película a la fecha.

El universo de Tolkien, sin embargo, siguió dando vueltas en su cabeza y por eso ha dedicado los últimos años a la realización de "El hobbit", otra ambiciosa trilogía nacida esta vez de un único libro del famoso autor. La primera parte, “Un viaje inesperado”, se estrenó en 2012. En ella nos trasladamos nuevamente a la Tierra Media, casi en el mismo lugar que en “El señor de los anillos”, con la diferencia de que la historia narrada es anterior.

UNA HISTORIA EN TRES PARTES. El joven Bilbo Bolsón (Martin Freeman), pacífico y solitario hobbit, era convencido por el mago Gandalf (Ian McKellen) para acompañar a trece guerreros enanos liderados por el noble Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) en su periplo destinado a recuperar el oro que les fue arrebatado en su comarca por un inmenso dragón llamado Smaug.

El largo viaje estaba lleno de peligros, de visitas a lugares sombríos, de variopintos monstruos y personajes siniestros que ponían en jaque la misión. Periplo en el que también reaparecían otros ya conocidos de la saga previa, como Galadriel (Cate Blanchett), Elrond (Hugo Weaving), Saruman (Christopher Lee) y el pequeño Gollum.

En este filme inicial Jackson se extendía más de la cuenta y por eso los primeros 50 minutos se percibían algo tediosos. De todas maneras, varias secuencias se fijaron en la retina: el encuentro con los trolls en el bosque, la persecución de los orcos con sus temibles fieras, la aparición de los gigantes de piedra que se enfrentan en una destructiva lucha o la pugna entre Bilbo y el Gollum en las profundidades de la montaña. Todo desarrollado con mucho ingenio gracias a la enorme parafernalia tecnológica, el impresionante diseño de producción y los impactantes efectos visuales.

Un año después, en 2013, Jackson entregó “La desolación de Smaug”, segunda parte de la superproducción. Ahí Bilbo (Freeman) seguía su viaje junto al mago Gandalf (McKellen) y los trece enanos liderados por Thorin (Armitage), en una épica búsqueda para recuperar la Montaña Solitaria y el reino de Erebor.

Poco después, tras evitar que los elfos del bosque los capturen, los enanos proseguían su periplo hacia la Ciudad del Lago y lograban finalmente arribar a la Montaña Solitaria, donde Bilbo era comisionado para buscar una valiosa joya. Situación que obligaba a todos a enfrentarse al mayor de los peligros, el temible dragón Smaug.

Esta segunda entrega le permitió a Jackson concentrar mejor la acción y dedicarle buena parte del metraje al encuentro de los viajerose -specialmente Bilbo- con Smaug, gigante alado protector de una inmensa cantidad de oro en el interior de la ciudad. Pero claro, se trataba de una película de transición, impecablemente diseñada, con efectos visuales de la más alta tecnología. Así que había que esperar la conclusión para saber si el cineasta neozelandés sería capaz de redondear la faena con el mejor pulso.

LA ÉPICA CONCLUSIÓN. El momento ha llegado -otros doce meses despúes- y ahora el buen Peter nos ofrece la última parte, “El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos”, que no defrauda en absoluto. Es más, podría decirse que es la mejor película de la trilogía. La secuencia inicial es un prodigio de diseño visual y sentido de la aventura. Luego de que los viajeros recuperan el reino de Erebor, el enfurecido Smaug vuela hacia la Ciudad del Lago para destruirla y liquidar a todos sus habitantes. Al llegar allí se enfrenta al valiente arquero Bardo (Luke Evans) en una de las escenas más impresionantes de toda la saga.

Lo que sigue es la precisa orquestación de una intriga destinada a llevar al espectador a una culminante y épica batalla final, justamente la de los cinco ejércitos aludidos en el título. Thorin (Armitage) se ha obsesionado de tal manera con la incalculable cantidad de oro hallada en su reino que dejará de lado la amistad y el honor por el control de sus dominios, y ni su amigo Bilbo (Freeman) logrará hacerlo entrar en razón.

De otro lado, Gandalf (McKellen) es rescatado del abismo por Galadriel (Blanchett), Elrond (Weaving) y Saruman (Christopher Lee), al tiempo que Sauron envia legiones de Orcos hacia la Montaña Solitaria en lo que constituirá un ataque furtivo y despiadado. Por eso los enanos, elfos y hombres deberán unirse para formar un sólido frente y salvar a la Tierra Media de las hordas de tan monstruosos enemigos.

Los 45 minutos finales son determinantes. Iniciada la lucha entre las diversas huestes, una vez más la magia de la creación digital constituye un aporte fundamental para sumergirnos en el más puro y envolvente espectáculo visual. No solo en las múltiples escenas de peleas grupales, sino en aquellas que individualizan a personajes específicos como ocurre, por ejemplo, con Thorin -recuperado de su malsana obsesión- y el implacable líder de los Orcos en la notable secuencia en que se enfrentan a muerte y concluye sobre el hielo.

Otro tanto sucede con Legolas (Orlando Bloom) y Tauriel (Evangeline Lilly), elfos que colaboran decididamente en la lucha contra los Orcos y logran salvar a buena parte de los refugiados en el reino de Erebor; y con el mismísimo Gandalf, quien despliega una singular energía en el campo de batalla. La ayuda de Bilbo también será crucial sirviéndose del anillo mágico que lo vuelve invisible.

En el epílogo encontramos nuevamente al Bilbo más viejo (Ian Holm), quien recibe la visita de Gandalf más de 100 años después de aquella épica batalla. Jackson escamotea el reencuentro y se concentra en el mapa que Bilbo estaba revisando, que dará lugar a la aventura contada en “El señor de los anillos”. El círculo se ha cerrado. Esperamos que después de dos trilogías ambiciosas y agotadoras, la carrera del talentoso Peter Jackson vaya por otros derroteros.

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