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Ahora que ha quedado claro que el señor Saavedra es el responsable político de los errores de su gestión, el Congreso debe llevar a cabo el control patriótico y censurarlo. De no hacerlo, el Congreso diluye la misión que el pueblo le ha encargado y asume como propia la debilidad del Ejecutivo. Dos poderes del Estado enclenques abren una puerta inmensa para la izquierda. Muchos vicios padece la siniestra, pero nunca duda a la hora de conquistar.

Varias lecciones quedan de este proceso. La primera, grave, es la del grado de infiltración de la izquierda caviar en el Estado y en los medios de comunicación. El blindaje que los caviares han ensayado sobre Saavedra constituye de por sí un hecho histórico. Nunca un ministro ha sido tan defendido por la izquierda caviar. Nunca un ministro ha empleado tal cantidad de recursos y amigos para mantenerse en el cargo. En su afán de supervivencia, en su deseo incontrolable de poder, el señor Saavedra ha forzado la situación hasta el límite de la confianza. Y en este esfuerzo ha debilitado a todos, especialmente al hombre que sí confió en él por encima de todos: PPK. El daño que Saavedra y sus aliados han hecho al gobierno de Kuczynski es irreparable. En una democracia de calidad, un ministro que abre tantos frentes a un Ejecutivo débil no tiene problemas en dar un paso al costado. Pero los caviares no dan pasos al costado. Los tienes que echar del Estado. Un ecosistema caviar como el montado alrededor del Minedu tiene que ser desmontado a pulso, probando los errores y exigiendo las responsabilidades. El Congreso debe ejercer el control con prudencia, con firmeza y con rapidez. He aquí el lema de una democracia fuerte: si vis pacem, para bellum.

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