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Algún amigo me envió un breve video sobre los atributos y las amenazas de los teléfonos inteligentes. Es que hacen tantas cosas que están eliminando algunas capacidades que como seres humanos debiéramos cultivar y mantener. Una de ellas es la memoria.

En carne propia he comprobado que apenas recuerdo mi propio número además de tres teléfonos fijos: de mi casa y de mis hermanos. ¿Para qué voy a aprender otros si me basta con buscar el nombre de la persona y allí está el número? También puedo guardar su DNI junto con la dirección de su casa, adonde llegaré si consulto Waze o Google Maps. Como además puedo registrar información importante de la gente más querida, si no tengo conmigo el artefacto, algún mal día podré olvidar los cumpleaños de mis hijas.

Ya hace algún tiempo se vienen realizando estudios sobre esta dependencia. Está comprobado que los seres humanos hemos ido entregándole a estas maquinitas capacidades y tareas que antes eran nuestras. Como “saben hacer” tantas cosas, en vez de exigirnos recordar algún dato, mejor le preguntamos a Google; incluso es más seguro encargarle al teléfono una suma complicada o alguna multiplicación. La humanidad logra avances gigantescos con la tecnología; pero por la misma razón necesita enfrentar y resolver algunas complicaciones, especialmente en el campo educativo. Por ello, pensaba en devolverle su lugar a la memoria.