El panorama mundial en el año que hoy se inicia es muy complejo. Veamos groso modo:

1° No se crea que por haber recuperado la ciudad de Alepo, la paz en Siria y, en consecuencia, en el Medio Oriente está garantizada. Cuidado. Son los rebeldes al régimen del dictador Bashar al Assad los derrotados y no el Estado Islámico que sabe moverse a sus anchas en esos territorios e incluso en el vecino Iraq, en la mira, como Damasco, para fundar su pregonado califato; 2° La verdadera política internacional de EE.UU. y, con ella, la agenda planetaria en el puro realismo político, guste o no, dependerá de lo que diga Donald Trump en su esperado discurso sobre el Estado de la Unión el 20 de enero, en que asumirá como el 45° presidente estadounidense. Todo lo demás, incluido el asunto de Rusia y su coyuntural empoderamiento, hasta esa fecha, aunque indiciaria, quedará en el tamaño de especulaciones; 3° Antonio Guterres, el flamante secretario general de la ONU, que hoy inicia su gestión, debe mostrar sus cartas, quedándole dos cosas: llevar adelante y con el liderazgo que la ONU ha perdido, la adopción de posiciones largamente esperadas -incorporar a Palestina como miembro pleno del foro y bregar para que se cumpla la resolución del Consejo de Seguridad que recientemente pide a Israel la devolución de los territorios ocupados; allanar el camino para la reforma del Consejo de Seguridad; plantear soluciones jurídico-políticas para los miles de refugiados y el fenómeno migratorio devenidos por el conflicto en Siria; afrontar el terrorismo internacional que para contraatacarlo requiere una acción legitimada por la propia ONU antes que solamente por la de una coalición- o decide el confort con una gestión fantoche como la de su antecesor, Kofi Annan (1997-2006), premiado con su reelección por esa actitud. Esperemos.