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Al mitológico país de la Cucaña lo surcaban ríos de leche y vino, montañas hechas de queso y los árboles frutaban lechones asados y faisanes. Nadie tenía que trabajar para conseguir algo. Los líderes consideraron que eso no era bueno y nació así el juego del palo ensebado y el sufrir algo para lograr los objetivos. Hoy, el palo ensebado es la analogía correcta para referirnos a cómo marcha nuestra política doméstica.

La política es el arte de lo posible en el servicio a la nación. Las políticas y las estrategias refieren al qué y cómo hacer las cosas de Estado, para solucionar los problemas de la sociedad y propulsarla a un futuro mejor. Pero no, preferimos el jaleo político que impide divisar los verdaderos nudos gordianos que frenan el crecimiento y desarrollo, ni solucionamos los problemas acuciantes que asfixian y pueden terminar ahogándonos.

El narcotráfico es uno de esos grandes problemas sin visos de solución. Que Colombia haya triplicado sus áreas de cultivo y producción no nos convierte en mejores en esta lucha, sobre todo, si constatamos la expansión de áreas de cultivo, la creciente productividad, el bajo decomiso por interdicción a pesar de haber mejorado, la violencia derivada en expansión. Otras drogas ajenas a la región también sientan sus reales para hacernos productores de látex de opio, por ejemplo.

El problema del narcotráfico merece el centro de la atención política y ser primera línea de la agenda. Sus derivados tóxicos afectan la salud pública contaminando a niños y jóvenes, crean una economía clandestina y artificial vía lavado de activos, engendra violencia por disputas de rutas, mercados. El sicariato es una expresión de máxima violencia proveniente del narcotráfico y si bien llegó importada de Colombia, hoy vemos como los ajustes de cuentas nos gritan a los sentidos que el narcotráfico avanza detrás.

No somos el país de la Cucaña y los objetivos hay que alcanzarlos a pulso luchado. Los políticos, no jueguen al palo ensebado y la política encuentre su cauce para combatir al narcotráfico con convicción.

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