En boca de mentiroso lo cierto se hace dudoso, reza un dicho popular que le cae a pelo al expresidente Martín Vizcarra. Sin embargo, no toda duda es un hecho falaz, algo que no parecen entender en el Congreso, cuya amplia mayoría considera que todo lo realizado en la gestión del corrompido debe desaparecer, como la Junta Nacional de Justicia (JNJ).
Apelando a la escasa memoria de algunos peruanos, pocos recuerdan que el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), ente que murió para darle vida a la JNJ, era un nido de ratas que sostenía a jueces de banda criminal como Los Cuellos Blancos del Puerto, donde descubrimos que un tal vocal Hinostroza negociaba penas para violadores. Ocurrió apenas el 2018.
Entonces, nació la propuesta del Ejecutivo de Vizcarra de recomponer dicha entidad corrupta. Hubo una abrumadora votación a favor en el Congreso. Era un enjuague institucional para calmar las aguas agitadas por las diversas tiendas políticas, que habían apuntado a controlar el CNM para el intercambio de favores.
Para que no lo olviden, el CNM nació con la Constitución del 79 (aprista) y fue respaldado por la del 93 (fujimorista), que bien hizo en quitarle el tinte político a su antecesora. Cuando cayó el régimen de Alberto Fujimori nadie dijo vamos a desaparecer dicha entidad, menos tras la captura del Tribunal Constitucional. Eran otros tiempos, pero la institucionalidad perduró.
Hoy, lamentablemente, desde algunas bancadas congresales de derecha e izquierda se escucha el coro hastío de que la JNJ es corrupta porque vio la luz en la era de Vizcarra, y, por lo tanto, merece su extinción. Podemos estar en desacuerdo con la política de gestión de dicha entidad, de que no hay reformas para mejorar la calidad de los servidores de justicia; pero, pretender desaparecerla es una artimaña.