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Christian Cueva abarca demasiadas cosas para el hincha peruano. En gran medida, es el representante fiel de lo que fue la campaña de Ricardo Gareca al frente de la selección peruana y que alcanzó su pico más alto con la clasificación a Rusia 2018. Cueva, al igual que la propia selección, en principio no contaba con la confianza del hincha, pero el técnico argentino se la jugó por él y la historia le terminó dando la razón.

El volante nacional también es aquel jugador que cargará, quién sabe hasta cuándo, con la pesada mochila de haber fallado un penal que pudo cambiar la historia de Perú en Rusia, aunque lo cierto es que también esa historia pudo terminar siendo exactamente igual. Aún así, Cueva pasó de ser amado a odiado en poco tiempo, incluso fue víctima de la estupidez de un compañero de vuelo, y el propio jugador ha reconocido que hasta ahora no logra superar esa frustración. Por todas esas razones, Cueva es un jugador que condensa varios sentimientos y es por eso también que cuando tiene un traspié o alcanza a cristalizar un logro en su carrera nos genera decepciones o emociones, sea cual sea el caso.

Hoy, Christian Cueva, después de una extensa y dilatada negociación, parece estar a punto de jugar por Independiente de Avellaneda. Luego de una temporada menos que discreta en el Krasnodar de Rusia, el volante de la selección peruana llega a un equipo en el que parece sí quiere jugar. Es oportuno recordar que Cueva terminó jugando ahí luego de que Sao Paulo lo vendiese porque la relación con él se había roto. Cueva había logrado ganarse un lugar en el equipo brasileño, se le veía contento, disfrutando de su labor, feliz. Por supuesto, eso se veía reflejado en lo que hacía en la cancha. Hasta que llegó el día en que decidió que sus vacaciones debían prolongarse y le informó al club que tardaría en regresar. Empezó a aparecer en eventos celebrados en su tierra; mientras que sus compañeros ya iniciaban la pretemporada. Las maneras de Cueva no fueron las mejores, y fue tachado por su técnico y por la directiva, que decidió venderlo.

Todos sabemos que no fue la primera vez que incurría en situaciones como esa y tampoco es la primera vez que la vida le termina dando una oportunidad más, en un equipo grande, donde sin dudas se sentirá cómodo y tendrá más espacio para adaptar su juego, cosa que jamás sucedió en Rusia. Hoy toca esperar que este capítulo sea el definitivo, al menos en lo que concierne a esa inestabilidad emocional que parece embargarlo, y que se consolide tanto como su juego pueda permitírselo, para bien suyo y de la selección.