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Es muy difícil sostener que el Estado Islámico haya sido derrotado totalmente, y quienes persisten en creerlo están en un grave error. La mejor prueba inmediata y fresquecita como una lechuga es que, a la muerte de Abubaker al Bagdadi, que provocó obvias alegrías con algunos desenfrenos y triunfalismos en ciertos sectores de la seguridad estadounidense, ha corrido la noticia, por los medios que maneja la organización terrorista, de que Abu Ibrahim al Hachemí al Qurashi acaba de ser designado como su nuevo líder. La rapidez con que ello se produce confirma que el Estado Islámico mantiene un importante nivel logístico y estructural. En la visión del EI, la formación de un califato vuelve a aparecer como la razón de ser de su existencia. Un poco de historia sobre el origen del Islam. En el 622, en Arabia Saudita, cuando Mahoma, el profeta mayor, llevó adelante el acto fundacional, y luego sus seguidores realizaron el proceso de afirmación de la tercera religión monoteísta en aparecer en el sistema internacional, los referidos adictos se dedicaron a la tarea de la expansión mediante el proselitismo, y en ese tracto, la idea de la formación del califato aparecía como la máxima aspiración conforme los objetivos trazados en la idea del empoderamiento del Islam. Con esas motivaciones, lograron expandir el credo islámico por todo el norte de África y el sur de España. Fue un proceso de expansión religiosa legítima. Es verdad que distinto al cristianismo, que lo hizo por la evangelización y a través de las misiones, pero en el fondo con el mismo objetivo: ganar adeptos a la religión. No es que el Estado Islámico deba ser estudiado o valorado a partir de presupuestos religiosos. Eso no; sin embargo, es innegable que el Islam está presente de manera transversal en sus objetivos, aunque totalmente desnaturalizados, porque el Islam es una religión de amor. Pese a que muchos no lo queremos, creo que el Estado Islámico va a recuperarse de este innegable golpe que le han asestado EE.UU. y la coalición que lidera, y lo que más preocupa es que podría sorprender. Mientras esto sucede, Washington debe trabajar un escenario para neutralizarlo.