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Fueron agobiantes los días de la Navidad y Año Nuevo para la política. Entre el indulto a Fujimori y el gabinete de la “reconciliación”, con la resaca de la frustrada vacancia, quedan en el tablero piezas arrojadas por jugadores picones y negados para el arte de la negociación. Queda un fujimorismo dividido por el indulto. Keiko y sus voceros no esperaban que PPK se atreviera a concederlo. Keiko habla a través de Salaverry y Becerril. Están furiosos. De allí, el proceso a los “Avengers” de Kenji y Alberto. Pésima señal del ala keikista que todo lo resuelve a punta de medidas disciplinarias y sin ningún espacio para el acercamiento. Basta escuchar a Bienvenido “Hulk”, detallando los insultos en la interna de FP para advertir que el quiebre es inminente. No hay que descuidar el discurso de los otros divididos en este nuevo escenario: la izquierda. Ya estaban fracturados desde antes, pero el río revuelto puede aliviarles su trillada pesca. Han vuelto con la cantaleta de cambiar la Constitución y regresar al modelo estatista. Sí, es lo que siempre buscan, pero ante la sensación de caos en un lodazal, es necesario que el nuevo gabinete Aráoz nos diga qué se trae entre manos. No espero mucho, pero les toca un margen de tiempo para, con ello, discutir las metas que se tracen. Este año pinta duro y con un proceso electoral en octubre. La izquierda seguirá con el sonsonete y, como es común en ella, estará del lado del caos; pero cuando veo a Arana criticar los apellidos europeos de los ministros, cuando el suyo es vasco, pienso en el escaso horizonte político de este nuevo candidato presidencial.