Ante el nombramiento de tanta gente dudosa e impresentable en el gobierno del profesor Pedro Castillo, no sería tan descabellado creer que todo esto no se deba a la incapacidad del jefe de Estado para manejar el país rodeado de la gente más capaz, sino más bien a una estrategia para mantenernos distraídos mientras por lo bajo se alista ese gran misil contra la democracia, el modelo económico y el Estado de derecho llamado asamblea constituyente. Ojo con eso.

Desde que se inició este patético y enclenque régimen, no ha habido una semana en que no se arme un escándalo por la designación de gente que jamás debió ser convocada a la administración pública. Lo vimos en el primer gabinete con impresentables como Guido Bellido, Iber Maraví, Héctor Béjar; y más tarde con los jefes de la DINI, de Indecopi y Essalud, sin mencionar a todos los funcionarios del Ministerio de Transportes y Comunicaciones que resultaban siendo uno peor que el echado el día anterior.

Por estos días el país está con los ojos puestos en el ministro del Interior y defensor de los sembríos de coca, Luis Barranzuela; y su colega de Educación, Carlos Gallardo, un antiguo sindicalista de un gremio hermanado con senderistas. Sin embargo, mientras esto sucede, en muchas regiones avanza la recolección de firmas para meterle una patada a la actual Carta Magna e imponer otra de corte chavista basada en eternas reelecciones, la intervención del Estado en la economía y el fin del equilibrio de poderes.

El lunes último, por ejemplo, el presidente Castillo anunció como “gran jale” de su gestión a Ricardo Belmont, uno de los peores alcaldes que ha tenido Lima en toda su historia, aparte de ser un personaje que apenas días atrás decía que el jefe de Estado al que hoy sirve, iba a acabar “preso” o “fugado”. ¿Qué puede aportar este caballero más allá de sus “célebres” pastillas para levantar la moral? ¿No hay mejores cuadros que aconsejen a un mandatario con serias limitaciones?

Es bueno estar atentos y alzar la voz ante los antecedentes de la gente que este régimen coloca en la administración pública, pero es mejor no perder de vista que el objetivo máximo de este régimen marxista leninista parece ser el cambio de la actual Constitución, tal como lo establece el ideario de Perú Libre y tal como lo ha señalado el propio profesor Castillo durante su campaña. Si eso se concreta, adiós libertades, adiós democracia; y bienvenido el chavismo, el atropello y el desmadre. Cuidado.