Paradójicamente, el expresidente Pedro Castillo está más activo y comunicativo ahora en prisión que antes en Palacio de Gobierno. Y es que tiene todas las facilidades para hacerlo, ya que cuenta con un celular y además recibe visitas todos los días de familiares y allegados. A través de ellos, siempre está en contacto con el mundo exterior y, a la luz de los hechos, parece que aprovecha su gran atributo: el de la agitación. Ya se sabe que siempre se sintió más cómodo en este escenario que en el de gobernar.

Debe quedar claro que la fragmentación del país, la convulsión social, el vandalismo y la violencia se generó desde el momento que Castillo dio un golpe de Estado. Gracias a nuestras instituciones tutelares de la democracia como el Congreso, el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, el afán autoritario y golpista del expresidente no prosperó, sin embargo, fue el origen de toda la pesadilla que vivimos ahora los peruanos.

Es ingenuo y hasta cómplice suponer que Castillo es una victima de las circunstancias o que es un angelito. Sin embargo, la última palabra la tiene la justicia. Los órganos judiciales son las instituciones creadas por la civilización y la democracia para hacerle frente a la barbarie, la arbitrariedad y el caos. El sistema que tanto costó edificarlo peligra si los violentos siguen discutiendo su supremacía en las calles sin respetar el estado de Derecho ni la ley.

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