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Nos extrañamos por ese gigantesco cincuenta y pico por ciento de electores que no saben por quién votarán. Sí, estamos hartos de que todos sean, al fin y al cabo, más de lo mismo. Pero ningún candidato pareciera hacer algo para recobrar la confianza de los votantes hastiados.

Piensan, pareciera, que seguiremos cayendo en los cuentos de hadas que, en un bonito plan de gobierno, contienen algo parecido a la piedra filosofal, la solución a todo problema que haya, alguna vez, azotado la capital.

En planes de gobierno con tecnicismos que probablemente ni sus autores terminan de comprender, pretenden explicar propuestas como si de un concurso de complejidad se tratara. Sin que importe, claro está, que nosotros, los votantes, comprendamos con claridad sus propuestas.

Candidatos que prometen prácticamente dictar, desde la alcaldía, las políticas públicas del Mininter para acabar con cuanto malhechor habita nuestras calles.

Otros que, aprovechando su “expertise” (televisivo) en seguridad ciudadana, juran que declararán Lima en emergencia, arrogándose -literalmente- las funciones del Presidente de la República, y que construirán anillos viales que corresponden al Ejecutivo. Un puñado de candidatos que prometen eliminar peajes y rescindir contratos, como si no supiéramos que la cosa no es tan simple.

Así, la mayoría de nuestros supercandidatos promete todo aquello que ya se prometió antes, pero pretenden que en un acto de fe les creamos sin más, sin importarles convertirse, probablemente, en una raya más del tigre en nuestra historia de frustraciones.

¿Quién nos hablará de manera clara, sin prometer el oro y el moro? ¿Habrá alguno o seguirán empujándonos al ya gigante “no sabe/no opina”?