A la crisis sanitaria y económica en nuestro país debido a la pandemia del coronavirus, se ha sumado de forma permanente la crisis política. Los últimos audios en los que se encuentran indicios que el presidente Martín Vizcarra no dijo toda la verdad sobre sus vínculos con Richard Cisneros, han generado un panorama muy complicado para el Gobierno.

Todo hace suponer que el Congreso será duro e inflexible en este caso. Esperemos que sus acciones sean principistas y enérgicas, pero mesuradas y cuidadosas, sin precipitarse ni deslizarse por la barranca del caos y la ingobernabilidad. Las decisiones del Legislativo deben guardar correspondencia con la cordura que exige este terrible momento por el que atraviesa el país. El extremismo y los apasionamientos, lejos de solucionar el problema, los agrava.

Lo más urgente es una profunda investigación de los hechos que involucran al Jefe de Estado, quien ha sufrido un duro revés en cuanto a su credibilidad y autoridad como líder de un país. Será el Congreso el encargado de analizar si esto califica dentro de la causal de incapacidad moral para ser echado del cargo.

Naturalmente, la inestabilidad política se prolonga y las repercusiones para el país serán graves. Por otro lado, el Congreso tendrá que alterar su agenda. El peligro será que reformas políticas urgentes sean postergadas, vaya a saber uno hasta cuándo.