El papa Francisco ha sido sumamente claro en sus recientes declaraciones en el marco del tiempo de Cuaresma que se ha iniciado conforme el calendario litúrgico católico afirmando que es erróneo pensar que “la economía consiste solo en el beneficio y el consumo; que los propios deseos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad social”. El Pontífice ha sido directo y ha establecido su cuota diferenciadora con la economía de mercado aplicada de manera ortodoxa en los denominados países capitalistas. La Iglesia siempre ha condenado los excesos del individualismo que son tan comparables en sus efectos nocivos como la visión de la economía marxista que desaparece la ratio particular en la nebulosa tesis del comunismo. El Papa lo que acaba de hacer es recordar la denominada economía social de mercado propia del Estado social de Derecho. Estas dos premisas absolutamente compatibles con el Evangelio de Jesucristo han sido la columna vertebral de cómo se ha alzado en el tiempo la doctrina social de la Iglesia, siempre inspirada en la palabra de Dios. Nadie ni nada puede estar ajeno a la dinámica de la responsabilidad social que es una tarea de todos. Darle la espalda a la ayuda social, que durante la etapa de la Iglesia primitiva o Iglesia de los primeros tiempos se denominó la “koinonía”, es una enorme desilusión en la vida humana porque se aleja del sentido de la caridad que siempre encierra el bien común apartándose del beneficio morbosamente personal que acaba denigrando a la persona humana sumida en el completo egoísmo y olvidándose de que el plan de Dios es para todos y no solo para uno. Francisco llama a todos hacia una mirada con los demás.