En los próximos cinco años el Congreso que acaba de ser elegido tendrá un rol fundamental para defender la democracia, la legalidad y la estabilidad económica, si es que el gobierno de Pedro Castillo decide irse por el camino del “marxismo leninismo” plasmado en el ideario de Perú Libre, que implica poner en marcha una dictadura que tendría como primer paso la instauración de una asamblea constituyente para redactar una nueva Carta Magna.

Si Castillo hace eco de Vladimir Cerrón y Guillermo Bermejo, quienes han adelantado que la izquierda debe llegar al poder para quedarse, debe ser el Congreso el primero en hacerle el alto al gobernante que cuenta con 37 legisladores, más sus aliados que llegan a diez. La mayoría no está de su lado, claro, si es que los partidos que hoy son de oposición democrática no comienzan a dividirse en facciones que bien podrían acabar a los pies del régimen del lápiz.

Allí también debe estar la reacción y el freno a actitudes preocupantes que atenten contra la libertad de expresión de comunicadores y ciudadanos en general. Ya hemos visto la intención de Castillo de silenciar a un grupo de periodistas de Willax TV a través de un documento enviado con su firma y la del abogado Julián Palacín al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, que en los próximos días pasará a estar en manos del gobierno del profesor. 

Es verdad que los peruanos no podemos esperar mucho del Congreso. En las últimas décadas su papel ha sido lamentable. Los dos últimos parlamentos no son la excepción. Sin embargo, esta vez el rol que debe cumplir la representación nacional es trascendental, pues cualquier intento totalitario o acción que rompa el equilibrio de poderes, hará que el profesor y sus amigos se salgan de la legalidad, y desde ese momento sí estarían en serios problemas.

Por eso, es de esperarse que el Congreso que inicia funciones esta semana, haga noticia por su actitud firme y democrática ante cualquier acción extremista e ilegal que provenga de Palacio de Gobierno, antes que por estar promoviendo leyes demagógicas y absurdas, por perder el tiempo investigando sustancias tóxicas como el dióxido de cloro o por actitudes lamentables de sus miembros. La cosa está complicada en el Perú como para estar siendo testigos de payasadas desde la Plaza Bolívar.

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