Un paro que asomaba legítimo y justo, se ha visto totalmente contaminado con las demandas políticas de seudogremios vinculados al transporte informal. Tanto en el del jueves 10 como el anunciado para este 23. Nos referimos a la Asociación Nacional de Conductores, que dirige Miguel Ángel Palomino; a la Alianza Nacional de Transportistas, a cargo de Julio Campos; y a Richard Bernachea, titular de la Alianza Gremial Nacional de Transportistas. Ya sus formas los delataban. La majadería con la que el pasado jueves estos acudieron al Congreso, en el marco del paro convocado, profiriendo amenazas e insultos ante el presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, y los voceros de las bancadas, evidenció que lejos de un respeto institucional mínimo, este grupete busca radicalizar las contradicciones, pescar a río revuelto y alentar la anarquía con un fin evidentemente desestabilizador. La demostración más clara es que sus propuestas tienen un claro tinte politiquero. Buscan que se derogue la llamada ley de organización criminal (porque “blinda” al Congreso) y se desestime la propuesta de terrorismo urbano (porque criminaliza la protesta). O sea, a estos señores, poco o nada les interesa que las extorsiones y los sicariatos sigan acogotando en diferentes niveles de la sociedad peruana: Lo que quieren es que Dina Boluarte se vaya y arrastre al Congreso en su salida. Por algún lado que habrá que descubrir, las izquierdas se han filtrado en esta protesta con fines subalternos. La gama va desde el Movadef y el procastillismo hasta los morados y caviares. Están tras una nueva asonada como las de diciembre 2022-enero 2023 porque asocian a Dina Boluarte con la derecha y sueñan con un adelanto de elecciones que les permita colocar a un extremista que se levante en peso el país. Un nuevo Pedro Castillo. Igual que antes y como siempre, asoma la izquierda vampiresca que busca la sangre para saciar su sed de poder.

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