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El abrupto y abusivo despido de un periodista chileno de un televisora por reconocer al pisco su incuestionable origen peruano resulta incalificable. Con ello, todavía contamos en nuestro país a los cándidos que creen que la polémica chilena sobre el origen del pisco -amén de la chirimoya a la que llaman chilimoya o el tradicional suspiro de limeña que groseramente han patentado- es un asunto intrascendente. Así lo consideran porque no leen nada. La denominación de origen es peruana. Fue reconocida por la Unión Europea ante la irrefutable evidencia histórico-geográfica de que Pisco es nombre peruano desde la época precolombina. En Chile arrastran un complejo cultural que voy a explicar. Los sureños que viven en Lima suelen decir con añoranza que su país no cuenta la grandeza histórica que nosotros sí tenemos. Mientras por el Tahuantinsuyo y las culturas regionales anteriores fuimos considerados una Alta Cultura, los indómitos araucanos y mapuches, sin discusión, quedaron en la categoría de cultura inferior. El Virreinato del Perú fue el centro del poder español en América. Lima (1535), la Ciudad de los Reyes, gozó de privilegios que no tuvo ninguna otra del continente. La cuatricentenaria San Marcos (1551) contó con las mismas preeminencias que la Universidad de Salamanca (1218), la más antigua de España. Para conseguir el status intelectual tan codiciado, había que pasar por el claustro sanmarquino y el contestatario Convictorio de San Carlos, y elevarse socialmente jironeando por la Ciudad Jardín. La suerte de Chile fue otra: tan solo una Capitanía General con atributos muy limitados. El complejo, entonces, quedó delatado durante la guerra de 1879 pues, al invadir Lima, los chilenos lejos de asaltar las casas de moneda o los comercios, saquearon nuestras bibliotecas y se llevaron como botín de guerra para Santiago más de 50,000 incunables de nuestra memoria nacional. El maltratado periodista por decir la verdad recordó el complejo histórico que continúa pues les encantan nuestros valses y últimamente les ganamos en la Corte de La Haya.

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