Una nueva derrota del oficialismo se consumó hace poco en el Congreso. La oposición presidirá las comisiones más importantes del Legislativo y Perú Libre se quedará con las de escasa influencia. Más allá de que estamos asistiendo a un nuevo pulso político, esperemos que este tenga utilidad pública. Sin embargo, lo más importante es que habrá contrapeso de poderes y el Gobierno no podrá imponer su plan extremista.
Con esta coyuntura, el Parlamento obtiene la dosis de poder necesaria para afrontar con nuevos bríos los retos que se avecinan. En un país inmerso en una gran crisis y en una sociedad dividida se hace urgente que alguien tienda puentes. Si el Gobierno no tiene capacidad ni inteligencia para lograrlo, el desafío lo debe asumir el Congreso.
Es cierto que un Gobierno no puede desarrollar un buen proyecto sin confianza. Lamentablemente en nuestro país el Ejecutivo hace lo posible para ganarse la desconfianza de la gente y la de los mercados económicos. Esto perjudica seriamente nuestras posibilidades de crecimiento.
El Congreso, más que fiscalizar, debe impulsar propuestas constructivas y legislar con el único interés de mejorar el destino de los peruanos. Con esta coyuntura, en la que Perú Libre queda fuera de las instancias decisivas en el Legislativo, las bancadas de oposición tienen la gran responsabilidad.