Irónico y hasta indignante que las cabezas visibles de un gobierno que hizo campaña y llegó al poder apelando a la palabra “pueblo”, sea incapaz de tener -en los actos y no solo con tímidas palabras-, una postura radicalmente opuesta y de rechazo total al accionar terrorista que desde 1980 provocó una carnicería que mató a los más pobres y dejó a sus familias con la carga de haber presenciado cómo sus padres, madres o hijos fueron asesinados a machetazos o arrojándoles una piedra de gran tamaño en la cabeza.

Antes de decir que este es un gobierno “del pueblo” debido a el premier habla quechua y usa un sombrero de colores, el presidente Pedro Castillo debería recordar lo que hicieron con campesinos quechuahablantes y con nativos asháninkas, aquellos senderistas que alababa el señor Guido Bellido y que son tan cercanos al ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Iber Maraví, yerno del “carnicero de Lucanamarca” y pariente de adherentes recientes al Movadef.

Estar de lado “del pueblo” es mantenerse, sin reparo alguno, en la orilla opuesta de todo lo que signifique Abimael Guzmán y sus creaciones, incluyendo al Movadef y organizaciones afines. Lamentablemente, al régimen marxista leninista que hoy está en el poder no puede adoptar esa postura. Su origen y la marca que lleva en la frente lo condenan. ¿O ya olvidamos que el propio presidente Castillo hizo una huelga al frente de un sindicato hermanado con Sendero Luminoso?

Preocuparse de verdad por “el pueblo” implicaba estar en estos momentos difíciles en Lima, al frente de sus gobernados y las víctimas directas del terror, tomando decisiones para impedir que el cuerpo del cabecilla senderista sea entregado a sus cómplices como la sanguinaria “camarada Bertha”, en lugar de dejar un asunto tan candente en manos de un fiscal provincial para irse a cantar y celebrar no sé qué a Cajamarca, durante tres días. En política los gestos dicen mucho.

Para tragedia del Perú, la mayoría de ciudadanos prefirió votar por una opción próxima al terrorismo, pese a que las advertencias estaban dadas desde el día uno. Hoy vivimos las consecuencias de ver senderistas en los pasillos de Palacio de Gobierno y de tener un gobierno que no adopta una postura firme frente a una de las peores tragedias que hemos vivido. La muerte de Guzmán pudo servir para que el régimen hiciera un real deslinde con la banda. Pero es evidente que no puede hacerlo. Son cercanos entre ellos.