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Hace algunos días desde su página en Facebook Futboleros 2.0, el periodista deportivo Erick Osores, video de por medio, trató de explicar la razón por la que él considera que ningunean a los dirigentes de los clubes departamentales de fútbol. Su discurso en medio de una crisis tras haberse aprobado los nuevos estatutos de la federación provocó que Osores, molesto, al punto de la indignación, soltara frases en las que sin necesidad de mucho análisis se evidenciaba racismo y clasismo puro. "Durante años de años se ha dicho que el cáncer del fútbol en nuestro país son las ligas departamentales, claro, como son unos cholitos que no saben defenderse, descuajeringados, que se van al avión y se ponen un saco verde con una camisa azul, y que son malaspectosos, gente que no tiene ese nivel de haber llegado como gente de Primera División”, señaló el comunicador, dejando boquiabiertos a los que lo escuchaban. A los pocos minutos de difundido el video empezaron las reacciones, los cuestionamientos, los ataques y las protestas hasta de organismos del Estado. Por si no lo saben, la discriminación es un delito tipificado en el artículo 323 del Código Penal, que, si ocurre a través de internet, se sanciona hasta con 4 años de pena privativa de libertad. Osores reaccionó al poco tiempo y admitió su falta, lloró al disculparse, y no somos quiénes para dudar de su sinceridad. Cada quien debe asumir lo bueno y lo malo que se genere de sus actos y el periodista -imaginamos- debe haber aprendido la lección, sabrá cómo salir del conflicto que él mismo provocó. Pero a ver... ¿Cómo vamos por casa? ¿Cómo van por el mundo esos que levantan por redes el dedo acusador y profieren insultos elementales? Esos que le han dicho de todo a Osores y que, por ejemplo, en la industria del entretenimiento promueven personajes estereotipados en contra de la comunidad afroperuana y andina, pero cuando se les cuestiona dicen: "Nuestra intención es divertir y no insultar". A ver esos indignados de otros y que no piensan dos veces cuando niegan el acceso a un ciudadano a un establecimiento porque no reúne las características étnicas que consideran la llave de ingreso. Todos y todas que en la vida cotidiana tratan mal e insultan al chofer del bus, al que los atiende en un restaurante, al policía que les pide documentos o al que simplemente miran mal porque creen que es menos que ellos por el color de su piel y su capacidad económica. No hay que mirar la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga que hay en el de uno.