GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Nuestra Constitución permite vacar a un presidente por incapacidad moral permanente. No da detalles sobre qué motivos pueden constituir esta causal, ni tampoco sobre el proceso a seguir. Pero como el Perú es el reino de la improvisación, nadie se quejó de estos vacíos hasta que pasó lo obvio: una mayoría congresal de oposición buscó tirarse abajo al Presidente usando una norma imprecisa. Recién entonces calificamos de intento golpista algo que, nos guste o no, era permitido por las normas.

Lo mismo con el indulto. Hasta que PPK hizo un uso burdo del indulto, nadie cuestionó que nuestra Constitución permite que el Ejecutivo, con fines políticos, se zurre en una decisión judicial a través de una figura monárquica que nada tiene que hacer en un sistema con separación de poderes.

Ahora vamos por una tercera. En nuestra Constitución no se contempla la posibilidad de que el vicepresidente que asume el sillón presidencial luego de la renuncia del Mandatario convoque a elecciones generales. Sin embargo, fiel al estilo improvisador que caracteriza a nuestros políticos, algunos buscan inventarse salidas e ignorar los procesos que nuestras normas indican. Los reclamos de Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea para que Martín Vizcarra convoque a elecciones no solo son una triste muestra de oportunismo político, sino también una señal de la poca cultura democrática y republicana de nuestros políticos: cuando no nos gustan las normas, buscamos una excusa para ignorarlas e improvisamos una salida más fácil.

El punto de tener reglas de juego es que se cumplan, incluso cuando no nos convienen. Si debe hacerse una reforma, que se haga a tiempo.