Demasiadas tensiones acucian en estos momentos al Congreso para que los que dirigen la Mesa Directiva agreguen más. Está claro que el descrédito de este poder del Estado se alimenta de su ineficacia, las señales de corrupción y la incapacidad de establecer nexos entre sus integrantes para tomar decisiones a favor de los peruanos.

Es lógico que se imponga el consenso para cambiar la imagen del Parlamento. Por eso resultó preocupante que dos integrantes de la flamante Mesa Directiva juramenten por la defensa de la actual Constitución y otro por una nueva Carta Magna. Se demostró que no hay integración. Nadie pide alianzas, simplemente que tengan una agenda común, tal como lo prometieron las bancadas que ganaron ayer esta elección. No es momento de polémicas, es la hora de definiciones que contribuyan a fortalecer la institución y trabajar unidos a favor de la gente.

Las fuerzas que ayer se unieron para ganar la Mesa Directiva tienen que seguir en esa ruta y trascender el corto plazo. Hay que tomar conciencia de la realidad. Las desavenencias deben allanarse, de lo contrario parecería que solo están atentos a sus apetitos e intereses. La concertación debe ser pragmática, para resolver tanto los problemas internos como externos, al mismo tiempo que consolidará su legitimidad política. Solo así, el Congreso volverá a constituirse en garante de un futuro más estable para todos los peruanos.