La muerte del líder comunista Fidel Castro ha servido para revivir en algunos arrepentidos la admiración o la veneración al más antiguo rey rojo de estos tiempos. En los primeros meses de la Revolución cubana, muchos izquierdistas social demócratas peruanos se sintieron atraídos por este joven líder que había derrocado a un dictador repugnante; lo mismo sucedió con los demócratas cristianos. Algunos izquierdistas comunistas vacilaron hasta que Castro se entregó a la entonces Unión Soviética.

En setiembre del año 1959 viajé a Venezuela, como presidente de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú, para participar en un congreso de estudiantes universitarios. En esa reunión conocí a dos estudiantes cubanos que adoraban a Fidel Castro. Ambos vestían el uniforme verde oliva que había popularizado la guerrilla cubana que derrocó a Batista. Ninguno de estos estudiantes cubanos era comunista; ella era militante de un grupo católico y él era socialdemócrata y militaba en un partido político en el cual también militó Fidel en su juventud. Tal parece que este partido fue fundado por seguidores de Haya de la Torre, después que este visitó La Habana.

La pasión de estos jóvenes cubanos me entusiasmó y esperé con mucho interés el desarrollo de la denominada Revolución cubana. Cuando regresé al Perú traté de comunicarme con los estudiantes cubanos, pero no lo logré. Atribuí esta dificultad a la situación en que se hallaba Cuba. Meses después me enteré que habían sido encarcelados y fusilados. Mi decepción fue terrible, no podía imaginar cómo podían asesinar a dos fanáticos de Fidel Castro, quienes me habían dicho que estaban decididos a dar su vida por la Revolución cubana. Después comprendí que los comunistas cubanos que estaban gobernando a ese país recibían órdenes directas de Moscú. Solo aceptaban que vistieron ese uniforme los comunistas marxistas leninistas sometidos a la Rusia Imperial, que era el imperio dominante de todos los países que integraban la Unión Soviética.

Desde ese momento rechacé a la Cuba comunista. Los defensores de Fidel Castro justificaban esos fusilamientos diciendo que eran mala yerba; que debía ser cortada desde raíz. Los homicidas uniformados justificaban la barbarie y decían que casos como los de mis amigos cubanos eran muy pocos y debían ser considerados como lo que ahora se conoce como “daños colaterales”. Aún guardo el pasaporte verde de la República Peruana que usé en ese viaje; el jefe de la Sección de Control de Extranjeros de Venezuela solo me autorizó a permanecer 8 días en ese país; tal vez porque mi pasaporte decía que yo era un “estudiante no autorizado”.

En esos breves días logré una gran amistad con esos hermanos cubanos. Décadas después también logré una gran amistad con Alfonso Barrantes Lingan a quien había atacado con mucha dureza durante la campaña presidencial que ganó Alan García. Cuando Alfonso fue abandonado por sus camaradas, buscó nuevos amigos y los encontró. Fue “Frijolito” quien me contó del lado positivo de la Revolución cubana en lo referente a la educación y a la medicina. Toda civilización, todo país aún los más sanguinarios tiene un lado bueno según nos enseña la historia.

La Cuba de Fidel Castro también tuvo un lado humano y positivo en el transcurso de más de 50 años, pero nuestro objetivo debe ser que nunca más haya reyes rojos ni Batista en América Latina. Los que hoy alaban y veneran a Fidel Castro están obligados a referirse a su lado positivo, pero no pueden olvidar que eso pertenece al pasado. Aquí y ahora no podemos olvidar lo que significan los reyes rojos: el derrocamiento de Batista fue el resultado de una acción democrática-revolucionaria basada en el derecho de los pueblos a rebelarse contra cualquier dictadura; los comunistas usurparon la victoria de los rebeldes dirigidos por Fidel Castro e implantaron la dictadura del proletariado, que fue una farsa en la Revolución rusa y en la Revolución china. La verdadera dictadura siempre ha nacido de los eternos dirigentes de los partidos comunistas y de los militares comunistas. Así fue en Cuba. Fidel Castro fue proclamado como el símbolo de la usurpada Revolución cubana y lo fue durante medio siglo. Cuba “exportó” durante décadas una revolución que inicialmente no fue la suya, pero que adoptó por decisión de Fidel Castro, con el financiamiento de Rusia y sus satélites.

El derecho a la rebelión contra la nueva dictadura su aplastado a sangre y fuego. No olvidemos que los injustamente explotados y los justamente resentidos siempre estarán dispuestos a seguir a los que denigran o atacan a los de arriba. Los que se declaran admiradores del comunista Fidel Castro, también lo saben. Los que admiran la leyenda de Fidel no deben olvidar el dogmatismo de los antiguos marxistas leninistas. Salvo mejor opinión.