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En su presentación ante el Congreso, el presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, fue bastante enfático al dejar en claro que antes de pensar en hacer realidad el soñado ingreso del Perú al exclusivo club de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), hay mucho por hacer a nivel interno, como superar la anemia y la desnutrición que matan a niños en zonas donde el Estado no es capaz de llegar.

Cuando inició su mandato en julio del 2016, el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski anunció que para el 2021, tras un largo proceso de implementación y adecuación a las exigencias, estaríamos ingresando a ese organismo que agrupa a los 34 países más desarrollados del planeta, lo que nos aseguraría cooperación para implementar políticas de desarrollo y reducción de la pobreza, además de contar con un “aval” o “sello de garantía” a fin de asegurar futuras inversiones.

Sin embargo, habría que analizar qué tanto vamos avanzando en ese sentido, si tenemos una clase política perforada por la corrupción y muchas trabas para frenar el delito desde el ámbito de la inteligencia financiera, además de indicadores económicos marcados por la desigualdad y la informalidad laboral. Miren nomás cómo trabaja la gente en Gamarra, Mesa Redonda o en Galerías Nicolini. ¿Así vamos a entrar a la OCDE?

Ante el Congreso, el premier Villanueva se refirió a la anemia y la desnutrición, una dura realidad muy lejana a aquella que existe en el “club de los países ricos” de la OCDE. Pero, además, una vueltita por el área de emergencia de un hospital público de Lima o cualquier provincia, o por un colegio estatal que no tiene agua en los baños, también nos podría servir para darnos cuenta de cuánto nos falta para alcanzar los estándares exigidos.

Es bueno aspirar a la OCDE, pero es mejor ser realistas y comenzar por lo más importante y vital, que es mejorar las condiciones de vida de los peruanos, ahí donde las instituciones del Estado son las grandes ausentes. El premier Villanueva ha puesto las cosas en su real dimensión, y es de esperarse que esa visión desde el Poder Ejecutivo haga que la tecnocracia “de lujo” ponga los pies sobre la tierra, pues primero es lo primero.