Los atentados de ayer en Bruselas, Bélgica, con el lamentable saldo de 34 personas muertas -una compatriota nuestra entre las víctimas- y cerca de un centenar de heridos, era cuestión de tiempo.

No escribo con pesimismo, lo que pasa es que soy realista. Europa, siempre en la mira del terrorismo, no ha demostrado capacidad para neutralizar a los grupos extremistas por más que las autoridades de los Estados europeos se esfuerzan por decir lo contrario.

Pero, ¿cuál sería el trasfondo de todo? Está claro que el atentado está haciendo del Viejo Continente uno de los espacios del globo más vulnerables y violentos.

El Estado Islámico quiere mostrar su actitud sanguinaria con los países comprometidos en lograr la ansiada paz en Siria, donde el conflicto ha devastado al país en los últimos cinco años. Me explico. En estos momentos prosiguen las negociaciones en Ginebra aprovechando el alto el fuego entre las fuerzas del presidente Bashar al-Assad y los grupos rebeldes, hecho que fuera promovido por EE.UU. y Rusia.

Por supuesto que al Estado Islámico no le interesa para nada la situación conflictual en Siria, que por cierto lo excluye, y por ello arremete con sus ataques para mantenerlo.

Le conviene el statu quo de guerra y zozobra permanentes. De allí que hará cualquier cosa para que acabe la tregua y otra vez la violencia impere en Siria, país al que consideran junto a Iraq bastión camino a refundar su califato.

El atentado en Bruselas, en consecuencia, es una muestra de su ensañamiento contra una Europa que sirve de escenario para una negociación difícil, pero que es posible mostrar una luz en el camino hacia la paz y por eso harán cualquier cosa para evitarlo.