Si en este país existe algo más bajo y ruin que ser un corrupto y sinvergüenza a secas, es el aprovecharse de un cargo tan sensible como el de ministro de Salud sabiendo la inmensidad de necesidades que existen en ese sector, en que la gente más pobre se muere esperando una consulta médica programada para dentro de tres meses, una tomografía, una cirugía o que le brinden determinado medicamento.

Cómo habrá sido de grave la denuncia de Punto Final contra el ministro de Salud, Jorge López, para que el presidente Pedro Castillo, acostumbrado a tener como jefes de sectores a investigados, sinvergüenzas, impresentables, exreclusos y hasta a prontuariados por asesinato, haya decidido botarlo, con lo que el padre de la criatura, Vladimir Cerrón, se queda sin su cuota en el gabinete de Aníbal Torres.

Los únicos responsables de que este sujeto haya sido ministro, cargo desde el cual envió a sus subordinados a hacer depósitos a un banco que luego sirvieron para la compra de un departamento, es el jefe de Estado y su premier. Pero claro, lo más probable es que luego salgan a quejarse de los medios y de los “ricos” por haberse visto forzados a echar a López, que había sido viceministro de Hernán Condori, famoso por sus “aguas arracimadas”.

La presencia de López, quien aparte de la denuncia en su contra, era evidente que no estaba capacitado para el cargo, es una muestra de lo poco que le interesa la salud a este gobierno que se llena la boca diciendo que trabaja por los pobres, pero que al mismo tiempo nombra a gente incapaz y presumiblemente corrupta. Un golpe constante a quienes sufren el drama de atenderse en un hospital público manejado por estos sinvergüenzas.