En las últimas semanas, hemos visto la fotografía de la ciudad cediendo ante el caos, el desorden y la muerte producidas por el transporte informal en el Perú. En esa fotografía, resalta el debilitamiento del último bastión de la formalidad del transporte urbano en Lima y Callao: los corredores complementarios. Debilitamiento ocasionado por la inacción de las autoridades incompetentes durante los últimos 6 años y que hoy ven su momento más álgido con la salida del corredor amarillo y del corredor morado, pues debemos recordar que este último solo le ha dado una tregua al Ministerio de Transportes y Comunicaciones. La situación del corredor azul y rojo está aún por definirse.
Claro que siempre existen discrepancias entre las instituciones públicas al momento de impulsar o implementar políticas públicas, eso no es novedad. Lo que llama poderosamente la atención es la orfandad en la que se encuentra el sector para defender el trabajo iniciado dentro de la misma gestión gubernamental, trabajo que de haberse continuado hubiese evitado el malestar a los ciudadanos de pie.
La ATU (Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao) está sin cabeza y en piloto automático. Se ha anunciado que piensa proponer una encargatura temporal hasta el mes de junio, pero cuesta trabajo creer que una gestión interina vaya a tener el músculo y respaldo político para darle solución a problemas tan estructurales como el de los corredores complementarios.
La solución de estos problemas que aquejan a los peruanos y peruanas de las principales ciudades del país tienen que ser resultado de un verdadero pacto político y económico, con verdaderos liderazgos que hoy no vemos.