Muchos estudios se han hecho acerca del rol de los medios de comunicación en los procesos electorales y de cómo estos obstaculizan, cuando no impiden directamente, que TODOS los candidatos a un cargo de elección popular puedan comunicarse con el electorado.

Si se analizan los noticieros de radio y televisión y los espacios otorgados en los medios escritos, podríamos llegar a la conclusión que hay muy pocos candidatos. Los demás no cuentan.

Eso va directamente contra el proceso democrático y contra el derecho del pueblo de estar informado por parte de los medios que actúan en la sociedad y que tienen obligaciones para con ella, de conocer cuáles son las alternativas y cuáles son las respectivas propuestas que se hacen.

He planteado hace algún tiempo que en época electoral, el acceso de los competidores a los medios debe de hacerse en igualdad de condiciones para que sea el país en la elección el que establezca los porcentajes de representación, pero los parlamentarios que terminan no se atrevieron a discutir siquiera esta ley. Los medios, obviamente, la silenciaron. Hoy, muchos de los primeros sufren las consecuencias de esa falta de coraje y claridad para ir contra la corriente y muchos de los segundos siguen gozando de esos privilegios que se mantienen porque en la mayor parte de los casos amenazan con el silencio a quienes se atrevan a disentir. El resultado será que se elegirá solo entre los que tengan tribuna.

Así, el país no avanza. No sé si Diez Canseco, Flores-Aráoz, Felipe Castillo, Yehude Simon u otro tenga mucho bueno o novedoso que decir, pero de repente sí. Podría ser que sus propuestas, confrontadas con los “grandes” por la plata o los contactos o los intereses de los gremios resulten mejores, pero mientras no se cambie el sistema, no lo vamos a saber.

Seguiremos eligiendo entre sombras y espejismos.