En mi columna del 17 de octubre de 2020 (“Abrir las playas es poner en riesgo las elecciones”), hace más de tres meses, señalé la urgencia de que el gobierno tomara medidas puntuales pero drásticas para evitar los congestionamientos previstos que vendrían. Porque de no hacerlo, “un rebrote post-veraniego nos depositaría en marzo en un escenario similar al del comienzo de la pandemia, o incluso, peor” (…) [con lo que] “los que buscan postergar las elecciones tendrían la justificación perfecta” (sic). Y aunque cambiamos de Presidente no cambió el enfoque, y ahora, ya empiezan a levantarse voces desde el Ejecutivo y hasta de candidatos para impulsar la postergación de los comicios.

De prosperar, sería una mecida olímpica al electorado. Una mecida como ha sido toda la acción gubernamental sobre la pandemia, con un gobierno que vendía la imagen de que sabía lo que hacía pero al final, solo fueron ilusiones las “mesetas”, los “martillazos” y hasta “la próxima llegada de las vacunas”. En suma, la única verdad que emergió del primer año de pandemia es que el gobierno no tiene idea de cómo resolver este problema que cada vez se hace más complejo desde la biología pero también desde la economía. Y es que una postergación sería cambiar incertidumbre por incertidumbre, pues el gobierno no sabe cuándo ni cómo controlará esta segunda ola.

Por si fuera poco, se hagan cuando se hagan las elecciones, el temor de la gente llevará a niveles de ausentismo nunca vistos. De hecho, hoy mismo, a dos meses y medio de los comicios, la gente anda preocupada por los contagios. Y los que no, siguen con su irresponsable vivir. Pero nadie está pensando en candidatos ni elecciones. Las elecciones ya están heridas. Postergarlas avivaría el miedo de la población. Lo mejor será seguir y al menos, apresurar que asuma un gobierno con poder de decisión y nuevas ideas para luchar contra la pandemia. Porque el actual, ya no da más.

Eugenio D’ Medina es candidato al Congreso por Avanza País