“El poder que yo ejerzo combate la corrupción” decía el presidente Vizcarra en el programa Panorama, el domingo, tras haberse hecho público el testimonio de un aspirante a colaborador eficaz, alegando que el mandatario habría indebidamente recibido un millón de soles cuando era presidente regional de Moquegua.

Evidentemente, no se puede afirmar nada hasta que no se lleve a cabo una investigación exhaustiva que confirme o refute los gravísimos hechos descritos en el párrafo anterior. En el caso en que la acusación que se le imputa al presidente fuera verdad -o la opinión pública la perciba como verdad, las consecuencias para el país serían terribles.

No hablamos de cualquier presidente, sino del abanderado de la lucha contra la corrupción, del presidente que juró abocarse a aniquilar “el cáncer de la corrupción” y que gozó de altísimos niveles de popularidad por eso; Que ahora sea percibido como partícipe de un acto de corrupción, sería un duro golpe a la confianza de los peruanos en nuestra clase política y, sobre todo, a nuestro sistema electoral. Hoy su confianza que -dicho sea de paso- es ya prácticamente inexistente. Si lo peruanos nos llevamos tamaña decepción con el “presidente anticorrupción” ¿cómo podremos confiar en la multiplicidad de candidatos que se nos avecinan?, ¿cómo identificar a alguien que, más allá del color político, no sea solo promesas?

No podemos volver a equivocarnos. Tenemos que exigir que los candidatos sean transparentes en divulgar y publicar sus antecedentes personales, profesionales y políticos, de manera tal que el electorado pueda corroborar con plena transparencia lo que cada uno realmente es (en contraste con lo que dicen ser).

No basta un buen plan de gobierno, tampoco queremos congresistas ni presidentes que fragüen su hoja de vida (ya sea por acción o por omisión). El Perú necesita a alguien que sea capaz de transformar el Estado y devolvernos la confianza en su capacidad.

No perdamos tiempo. Estamos a 7 meses de las próximas elecciones.