El lograr un país de emprendedores, con un número más que significativo de pequeñas y medianas empresas y haber alcanzado la clase media más amplia de nuestra historia, así como haber disminuido la pobreza en el mayor porcentaje, se lo debemos a nuestra fortaleza macroeconómica que comenzamos a tener solo a partir de 1992.

¿Es esto suficiente? No, hay que hacer más, pero sin perder lo alcanzado, que no es poco. Por casi década y media nos llamaban en el vecindario el “milagro peruano” y ese es el reto, no perder lo construido y seguir ganando para que a todos nos vaya mejor. ¿Qué se necesita? Pues desarrollar el principio de subsidiariedad, que los que puedan hacer más hagan más por los que no pueden o no tienen. Esta tarea tan importante no es exclusiva del Estado, sino principalmente de los empresarios.

Pensar que la economía seguirá boyante, a pesar de la incertidumbre política, es algo insostenible a largo plazo. La crisis política debe ser atendida, sobre todo en iniciativas sociales con impacto y de política pública que puedan solucionar problemas reales de la población. Por ejemplo, desarrollar obras por impuestos priorizadas por la población, sin pasar por la “gestión” de las autoridades locales para que sean realidad a corto plazo, promover la formación de los maestros y fortalecer su perfil para que no se entiendan exclusivamente en términos gremiales y fomentar la profesionalización de los liderazgos políticos, así mismo, lograr la generación de empresas sociales que promuevan el bienestar y el desarrollo de la población. Ya nos demostraron que fueron capaces de hacer empresa de forma exitosa, ahora el reto es hacer país, una patria grande de la que nos sintamos parte todos.

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