Desde que el ex actor estadounidense Ron Howard se convirtió en realizador ha saboreado las mieles del éxito comercial en más de una ocasión. En ese sentido, hay que reconocer su auténtica vocación de narrador con oficio y su gran ambición, aunque no esté muy dotado de talento. Sin embargo, esto último no ha sido un escollo que le impida –de entre la veintena de películas que ha dirigido en los últimos 30 años- ofrecer algunos títulos de inobjetable interés, tales como "Splash" (1984), "Cocoon" (1985), "Parenthood" (1989), "Backdraft" (1991), "The paper" (1994), "The missing" (2003) "Frost/Nixon" (2008) y "Rush: Pasión y gloria" (2013).

"En el corazón del mar" (In the heart of the sea), su más reciente esfuerzo cinematográfico, coproducido con España (de ahí que buena parte del rodaje se haya efectuado en locaciones de Islas Canarias), apuesta por la aventura marítima de época para contar los pormenores de un trágico acontecimiento que supuestamente inspiró a Herman Melville para escribir su célebre novela 'Moby Dick'.

En la isla de Nantucket (Massachusetts) en 1850, el escritor Melville (Ben Whishaw) se reúne con Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), último sobreviviente de una extraña tragedia naviera ocurrida treinta años antes, con la finalidad de obtener información para su nuevo libro. La historia retrocede entonces hasta el invierno de 1820, en que un juvenil Nickerson (Tom Holland) se une a la tripulación del ballenero Essex, bajo el mando del capitán George Pollard (Benjamin Walker) y el primer asistente Owen Chase (Chris Hemsworth).

La empresa a la que pertenece el navío Essex se dedica a la comercialización de aceite de pescado y aunque los dueños saben que el capitán Pollard es un inexperto, confían en la capacidad del marinero Chase para manejar cualquier eventualidad. El problema que enfrentarán inicialmente los cazadores de cetáceos será no hallar la cantidad suficiente de especímenes para poder retornar a casa antes de 6 meses.

LA ENORME BALLENA BLANCA. Tal situación los obligará a adentrarse en aguas más lejanas y profundas. Así, durante una de sus cacerías, se toparán con una enorme ballena blanca, lo que cambiará abruptamente el curso de los acontecimientos, teniendo que enfrentar no solo las inclemencias del tiempo, sino el hambre y la desesperación.

La estructura narrativa propuesta por Howard es bastante convencional y recurre a saltos temporales que, de un lado, permiten un desarrollo más o menos fluido de lo que sucede con el Essex y sus tripulantes, mientras que por otro incide en la interacción de Melville y el viejo Nickerson, lo que no aporta nada sustantivo.

Es en las correrías del Essex y su gente donde se halla el mayor interés de la película, sobre todo a la hora de enfrentar al enorme cachalote que parece de otro mundo, en tensas secuencias en las que el espectáculo visual se impone por completo. La lucha por la supervivencia que sigue luego está tratada con la más ajustada corrección, previsible y sin trascender en absoluto los lugares comunes de otras cintas de similar corte.

“En el corazón del mar” pudo haber sido una gran aventura fílmica, acaso una inquietante reflexión sobre la desmedida ambición del hombre frente a la naturaleza. Sí, pero en manos de un cineasta más apropiado, de mayor temple, como el australiano Peter Weir. A cargo de Ron Howard constituye un pasatiempo de buena factura técnica. No le pidamos más.

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