Ayer, más allá del resultado, después de mucho tiempo, el país vibró al unísono alentando a la selección.
En un contexto tan inestable políticamente, los peruanos tenemos que aferrarnos a cualquier rayo de esperanza que ofrezca unirnos como nación. El fútbol siempre lo ha hecho, y ayer se evidenció cómo esa unidad hacía más falta que nunca.
Ahora, ¿cómo hacemos para que ese espíritu colectivo que despierta el fútbol se propale a otras áreas? ¿Cómo logramos que ese orgullo y fraternidad que se esparce por la blanquirroja, lo haga con el mismo ímpetu por otras causas?
Ese espíritu patriota que el fútbol despierta es prueba de que los peruanos podemos movilizarnos y unirnos en torno a causas más grandes. El gran reto es gatillar esa misma esencia y ese mismo vigor para unirnos en torno a la erradicación del hambre, la corrupción y la codicia.
Si bien el fútbol ofrece un merecido respiro para un país envuelto en una eterna crisis política, es también un recordatorio de la capacidad que tienen los peruanos de alzar la voz por las cosas en las que creemos. Y ha llegado el momento de creer en una política más decente. Si podemos alentar a nuestra selección, también podemos exigir a nuestro gobierno que nos deje de mentir y a nuestro presidente que admita su incapacidad para gobernar y que dé un paso al costado.
El Perú merece que lo alentemos en el fútbol, pero también en la política. Si los peruanos sabíamos que merecíamos llegar al mundial, ¿por qué no también creer que merecemos mejores políticos?
¡Arriba Perú…tenemos todo lo que necesitamos para salir adelante!