El sábado último Pedro Castillo ha sufrido su enésimo revés judicial luego que la Corte Suprema de Justicia denegara el pedido de la defensa del golpista para que revise la resolución que le impuso 18 meses de prisión preventiva por haber alterado el orden constitucional al mediodía del 7 de diciembre de 2022, cuando intentó cerrar el Congreso y adueñarse del sistema de justicia que lo tenía bajo investigación por los actos de corrupción cometidos en su gobierno.
En los casi 13 meses que lleva preso, Castillo no ha conocido más que la derrota en todos los intentos que ha tenido de salir en libertad. Sin embargo, sobre su cabeza pesan dos órdenes de prisión preventiva. La primera de 18 meses por el golpe de Estado que todos vimos por televisión y la otra de 36 meses por los casos de corrupción en los que habría participado como cabecilla de una banda de ladrones de dineros públicos, según el Ministerio Público.
Los casos contra Castillo son tan sólidos por su flagrancia y evidencias, que ni las turbas violentas que se han movilizado en su favor, ni el apoyo de la izquierda peruana y extranjera han logrado hacer tambalear las decisiones de jueces y fiscales que parecen tenerla muy clara respecto a este sujeto que convirtió a la Presidencia de la República del Perú en el centro de operaciones de una banda de malandrines dispuestos a levantarse todo.
Tampoco ha tenido efecto el discurso sensiblero de recluso Castillo, quien atribuye su encierro a motivos raciales o de clase, lo cual es un absurdo tan grande como el sostener que el entonces presidente fue víctima de un “golpe de Estado de parte del Congreso”, el cual más bien reconoció su legitimidad hasta el momento mismo en que el entonces mandatario abrió la boca a través de la televisión para interrumpir el cauce constitucional.
Castillo debe entender que no tiene escapatoria por más que sus abogados le pinten pajaritos y le hagan creer que lo pueden sacar libre para que se vaya a esconder a una embajada. Sin duda tiene para varios años tras las rejas por golpista y por haber estado al frente de un gobierno vergonzante que desde antes de asumir funciones ya estaba viendo dónde estaba la plata para poner allí a sus operadores y llevársela en carretilla.