La baja temperatura otoñal se contrapone a la candente coyuntura por la que atraviesa el país. Vivimos un momento crítico, envuelto en una profunda crisis política, una institucionalidad debilitada y una preocupante inseguridad. Además, la situación adversa de la economía está ocasionando un clima de incertidumbre que pone en riesgo el desarrollo y bienestar de la nación. La constante pugna de la caviarada-progre por mantener sus posiciones de poder, ha ocasionado una ruptura evidente de las reglas del juego democrático que socavan las instituciones estatales, sin contar que, la falta de consenso y la polarización extrema dificultan la toma de decisiones y la implementación de políticas públicas efectivas.

La delincuencia y la criminalidad organizada se han extendido por todo el territorio. ¡No hay espacio seguro para la población!, debido en gran parte, a una respuesta débil e ineficaz por parte del gobierno. La Policía Nacional se encuentra desmantelada y sin un liderazgo claro, lo que produce una sensación de desamparo e indefensión entre la ciudadanía.

En lo económico no hay señales de recuperación, el panorama en este aspecto es desalentador. La baja ejecución presupuestal, la caída de la producción y la percepción negativa de los consumidores nos proyectan un escenario gris. El ruido político y la inestabilidad del gobierno actúan como un lastre para la economía, impidiendo toda oportunidad de crecimiento y generación de empleo.

Es imperativo que las fuerzas políticas y sociales se unan para superar esta grave crisis. Se requiere un diálogo franco y constructivo que permita encontrar soluciones consensuadas a los problemas que nos aquejan. La recuperación de la institucionalidad, el combate a la delincuencia, la reactivación económica y la construcción de un futuro próspero para todos los peruanos deben ser los objetivos prioritarios de la agenda nacional.