Las intervenciones de Nadine Heredia en el Gobierno han sido notorias, controversiales e incluso alarmantes. Recordemos cuando corrigió al expremier César Villanueva en el tema del aumento del sueldo mínimo, refiriendo que eso no estaba en discusión. Su intromisión provocó la indignación y correspondiente renuncia del hoy ex primer ministro.

Luego del incidente de Villanueva, quedó claro que la Primera Dama se tomaba atribuciones gubernamentales que no le corresponden. La “pareja presidencial” fue acusada de cogobernar el país, y la censura y las críticas iban en aumento. A la esposa de Ollanta se le exigía mantenerse al margen del Gobierno y adoptar un papel pasivo e inoperante: limitarse a ser la mujer del Presidente y nada más. Pero, nos guste o no, Nadine Heredia, como líder del Partido Nacionalista, sí tiene un lugar legítimo en nuestra agitada fauna política.

En los últimos días, nuevamente es objeto de titulares por haber publicado una foto con sus hijas apoyando la despenalización del aborto en casos de violación. La critican por incluir a las niñas; la censuran por tener una postura a favor del aborto; la acusan por tener una opinión que contradice la posición del Ejecutivo.

El análisis ha llegado a un punto contradictorio: la Primera Dama no puede apoyar políticamente al Presidente, pero tampoco puede tener una opinión contraria al Gobierno porque es acusada de disidente. Entonces, ¿en qué quedamos? Nadine no es santa de nuestra devoción, pero lo ideal sería reparar en el asunto de fondo. Habría que enfocarnos en resolver temas realmente importantes para el país, como la despenalización del aborto.

TAGS RELACIONADOS