El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) aplica cada tres años una evaluación a educandos de 15 años que estudian en la secundaria en un conjunto (no todos) de países del mundo, teniendo como criterios las expectativas de aprendizaje de algunos expertos de países desarrollados. Esto a pesar de que los países de Latinoamérica tienen una realidad muy diversa y desigual ; lo cual –entre otras razones– le resta credibilidad y utilidad para muchos especialistas en el mundo. Personalmente creo que la prueba todavía puede tener vigencia porque permite a nuestros países de la región contrastar entre ellos avances y retrocesos.
Según la Unidad de Medición de la Calidad del Minedu, entre el 2018 y el 2022 el Perú bajó en Matemática; y en Lectura y Ciencias Naturales se obtuvieron resultados similares. Pero más allá de los datos, cabe preguntarse si éstos tienen validez y confiabilidad en nuestro país después de casi 26 meses en que los colegios estuvieron cerrados. Es fácil inferir que los aprendizajes y el bienestar socio-emocional fueron afectados seriamente, a pesar de que hubo experiencias innovadoras de profesores para llegar a los alumnos.
¿Por qué los países no invocaron a la OCDE a no privilegiar sus calendarios sino la realidad educativa producto de la Pandemia del COVID 19? ¿Por qué no se postergó la prueba para el 2023 o 2024? ¿Son compatibles los resultados para nuestro país con la realidad educativa de esos años? ¿Era indispensable aplicar la prueba Pisa el 2022?