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El sector clave que nos sacará del frenazo y el letargo en el que estamos envueltos no es la economía. El país debe ser atractivo para la inversión, pero fundamentalmente vender la idea de que en el Perú se respetan las reglas de juego. Para los de adentro y, claro, para los que vienen de afuera. O sea, que aquí la ley hace más fáciles las cosas y no las entrampa, o las vuelve peor de lo que estaban -que es lo que pasa a menudo-. Ese sector, sobre el que depende nuestro futuro, es la justicia. La cosa es bien sencilla: si “Lava Jato” no procesa ejemplarmente a los expresidentes corruptos, el sistema colapsará ante su propio descrédito. Por ello, el TC tiene entre sus manos un hábeas corpus que puede ser un parteaguas en la lucha contra la corrupción de alto vuelo. Si salen los Humala, olvídense de los demás políticos, porque harán lo mismo; usando lo que en el Derecho se llaman precedentes. En un escenario así de caótico, no hay minería, PBI en azul o gran inversión pública que nos salve. Dependemos tanto del sistema de justicia, que liberar al número 2 de Sendero Luminoso solo ha traído al país malos recuerdos, y un miedo que paraliza y no deja pensar. Los jueces de Morote basan su decisión en la ley. Es inadmisible que la ley permita que el genocida Guzmán celebre; o se cambia o se expulsa a esos jueces. Me enfurece que el doctor Rodríguez se preocupe más por sus jueces que por la gente. Si la justicia no es capaz de condenar a los terroristas que volaron en pedazos Tarata, es que no es capaz de nada. Si la justicia no cambia, señor Vizcarra, haga lo que haga no habrá servido de nada.