​¿Es Vizcarra hoy parte de la solución o del problema?

El presidente Vizcarra empezó con buenos auspicios, pero sigue empeñado en convertir a su gobierno en el peor del siglo XXI. Su nivel de improvisación fue disimulado un tiempo por el efectismo de sus medidas populistas disfrazadas de “lucha contra la corrupción” que mantuvo el circo por un tiempo. En vez de gobernar a partir de unificar, prefirió profundizar la división. Entonces desarticuló el Congreso e impulsó la judicialización de la política, sacándose de encima a sus opositores más encarnizados. Logró así una gobernabilidad precaria por casi un año. Pero el pueblo hasta del circo se harta y creció el descontento. Cambió entonces a su primer ministro y lo reemplazó por un actor secundario que representa el papel que le canta el auditorio del momento, pero que no tiene idea de qué hacer en el puesto. Y para continuar con las apariencias, se hizo deber un gran favor de cierta prensa, de modo que inflaran su imagen como “gran estadista” y silenciaran sus profundas implicaciones indiciarias con el sombrío “Club de la Construcción”. Si fuera cierta tanta belleza, ¿por qué le es tan difícil encontrar ministros? Entre tanto, ausente en él una impronta propia y firme, se dejó capturar por la mafia caviar, la misma que maneja el Perú desde inicios de este siglo y que ha logrado hacer confluir, en el mismo espacio de intereses financieros, a la izquierda llamada “progresista” y a la derecha mercantilista, ambos parásitos del Estado. Hoy, por eso, el aparato estatal está cubierto y recubierto de caviares, que a su vez han abierto las puertas a la izquierda más radical al dejarse acorralar y aceptando todas sus demandas. Y siguen entrando más. Si no es uno, es otro. Miremos lo que acaba de pasar con el MTC. Pero todo pasa tranquilo, sotto voce, como pasó lo del acuerdo con Odebrecht. ¿Hasta cuándo podrá el país aguantar esto? ¿A alguien con algún poder le importa siquiera? ¿O ya la gangrena nos comió todo el músculo?