GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Hace muy bien el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en rechazar dialogar con Carles Puigdemont, el expresidente de Cataluña que huyó de España como un completo cobarde y que a pesar de que ya no hay detención para él no retorna.

Puigdemont, convertido en un demagogo, tiró al suelo el derecho español y las normas catalanas, y levantó una polvareda político-social -escondiendo luego la cabeza-, con enorme costo para esa región autónoma y para el país. Muchas empresas dejaron Barcelona desde que se inició la crisis hace pocos meses, con enorme costo económico del que pronto se verán sus consecuencias. Fresco como una lechuga, postuló en las recientes elecciones de Cataluña -21 de diciembre- desde Bruselas (Bélgica) en la condición de autoexiliado, una actitud también condenable porque no da la cara como corresponde.

Ahora que ha conseguido una diputación, busca acercarse para negociar con el poder central español. Una osadía intolerable. Rajoy ha sido claro y firme en expresar que únicamente se sentará en una mesa para ventilar los temas centrales de Cataluña y su relación con España, a la que pertenece, con Inés Arrimadas, la joven líder del partido Ciudadanos que ganó las elecciones. Es verdad que los independentistas lograron resultados a su favor, pues aunque Arrimadas obtuvo una victoria con el 25% de los votos y 37 diputados, cuentan con la mayoría absoluta en el nuevo Parlamento catalán.

Puigdemont ha errado en el cálculo político de ese resultado, queriéndose acercar a Madrid para atenuar su responsabilidad, pero Rajoy no lo quiere y por tanto lo ignora al considerarlo un actor desacreditado y deslegitimado, inservible como interlocutor por más que crea serlo. El ninguneo político de Rajoy es deliberado. Busca bajarle la moral a un hombre que no ha querido enfrentarse ni a su sombra. Convendría que Rajoy se reúna pronto con Arrimadas y que esta también sea recibida por el rey Felipe VI, que se está portando como todo un jefe de Estado, pues cerró filas con el gobierno de Rajoy para poner orden en Cataluña y velar por la estabilidad de España.