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“Espera lo inesperado”. Eso decía el primer cartel con el que me topé al salir del hotel en la capital del Líbano. La publicidad era de alguna marca de ropa y mostraba a tres mujeres en jeans y tops.

El mensaje, que no tenía nada que ver más que con moda, enfrascaba algo cierto: debemos estar abiertos a lo inesperado.

La globalización nos ha llevado a coexistir con culturas distintas a la propia. Y si bien la ignorancia acerca del “otro” es menor que antes, aún hay etnocentrismo y estereotipos que caricaturizan la realidad. Los estereotipos son atajos para nuestras mentes. Pero para conocer la realidad, se debe tomar el camino largo.

Si bien aún flaquea en cuestiones legales en perjuicio de las mujeres, el Líbano es el país con más libertad femenina en el Medio Oriente. Claro está que países como Afganistán o Iraq están lejos de tener la misma suerte.

En Beirut, he visto a mujeres con minifaldas más cortas que en Lima. No solo no caminan detrás de su hombre, tapadas de pies a cabeza, sino que se pasean imponentes, en tacos altos, solas o acompañadas. Las mujeres con las que conversé creen firmemente en la igualdad de género y más bien se ríen cuando se les toca el tema, como quien está acostumbrada a la misma pregunta.

Y sí, algunas usan un hiyab en la cabeza, pero porque les da la gana. Y es que esa es la crítica que desde estos lares se le hace a “nuestro” feminismo: a la mujer musulmana se le juzga desde un feminismo puramente occidental. El velo, dicen acá, no significa opresión, sino lo contrario: libertad. ¿Inesperado?