Los expertos advierten que el fenómeno El Niño se hará sentir con fuerza desde fines de este año e inicios del próximo, por lo que el gobierno de Dina Boluarte y las administraciones regionales deberían estar trabajando desde ya, a fin de que en su momento el desastre pueda ser mínimo y no tengamos nuevamente situaciones terribles e indignantes como las vividas este 2023 con el llamado ciclón Yaku y la secuela de dengue que aún cobra vidas.

Luego de la tragedia del Niño Costero en 2017, supuestamente el Perú había aprendido las lecciones, tanto así que se creó la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC). Sin embargo, hace pocos meses nos dimos cuenta que todo era humo, que no se trabajó con le eficiencia requerida pese a la existencia de recursos y que los más perjudicados fueron, como siempre, los más necesitados, especialmente los del norte del país.

Ahora se ha anunciado que nuevamente la naturaleza nos va a castigar y ya no habrá pretextos. Hay tiempo para trabajar, al igual que recursos y –malas– experiencias que deberían ayudar a corregir eventuales errores. No podrán decir que la emergencia los sorprendió. Si la burocracia es lenta, como de hecho lo es, habrá que destrabarla con un poco de voluntad política a fin de que las obras puedan hacerse sin demoras.

Esto no solo implica al gobierno central, sino también a las administraciones regionales que pueden hacer mucho no solo en cuanto a obras, sino también en materia de salud para evitar que dentro de un año tengamos, por ejemplo, otra crisis por el dengue que sí o sí llega después de las inundaciones. A esos que les gusta viajar “como cancha” y descuidar su trabajo, especialmente en la costa norte, tengan en cuenta que si no trabajan, esta vez no tendrán perdón.

Ha quedado claro que tener el dinero no lo es todo. Hace falta gestión oportuna y honesta, aparte de eficiente, para mitigar los daños de un evento como el que se viene, a juzgar por advertencias de los expertos. No se pueden evitar las lluvias como reacción del calentamiento del mar, pero sí los desbordes y las inundaciones. Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad no pueden acabar otra vez bajo el agua y el barro.

Hace falta gestión oportuna y honesta, aparte de eficiente, para mitigar los daños.


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