El sábado último, durante la reunión del Consejo Nacional del Trabajo (CNT) llevada a cabo en Palacio de Gobierno, el presidente Pedro Castillo lanzó un mensaje a los empresarios, a los que invitó a invertir en el país ya que, aseguró, se les daría “estabilidad jurídica”, lo cual a nadie podría parecerle mal si es que esta esperanzadora frase no fuera parte del doble discurso del mandatario, cuya palabra está más que devaluada.
Y señalo que lamentablemente lo dicho por el jefe de Estado es parte de un doble discurso porque quien hace dos días pedía inversiones a los empresarios, es el mismo que hace poco anunciaba la “estatización” de gas de Camisea y después aseguraba en Ayacucho que la idea de la asamblea constituyente sigue viento en popa, pese a que su sola mención desde el gobierno es un misil a la confianza que trae las inversiones que generan el empleo que tanto se necesita.
Sin ir muy lejos, ayer el ministro de Justicia y Derechos Humanos, el “moderado” Aníbal Torres, ha dicho que Julio Velarde, el presidente del Banco Central de Reserva que es una isla de estabilidad en medio del mar de turbulencia económica que genera el régimen marxista de Castillo y Vladimir Cerrón, ha dicho que dicho funcionario reconocido internacionalmente debería renunciar si no está de acuerdo con sus opiniones. ¿Con estos arrebatos se genera confianza?
El mandatario debería entender que mientras siga con su discurso basado en el nefasto ideario de Perú Libre o insista en creer que sigue siendo un sindicalista radical dedicado a dar de gritos en plazuelas ofreciendo lo imposible, jamás habrá confianza para las inversiones. Deberían decirle que eso nunca se dará en un país donde el gobernante es admirador de Fidel Castro, Nicolás Maduro y de recetas que no solo han fracasado hace 50 o 40 años, sino en la actualidad.
El Perú no va a salir del hoyo económico agravado por la pandemia, con bonos Yanapay ni con discursos cargados de odios y llamados a la “lucha de clases” en los que se repite la palabra “pueblo” cada cuatro segundos. Lo que hay que hacer es fomentar las inversiones que generan empleo formal, y para eso el mandatario tiene que estar convencido de su importancia, algo que evidentemente no sucede a más de 100 días de gobierno.