La estabilidad y alternancia política es un activo valorado por todos los estados, pero poco practicado en la región. A pesar de países que nos llevan ventaja respecto a su madurez institucional, es el caso de Costa Rica, Chile y Uruguay por citar unos ejemplos. Un aspecto saltante son las propuestas de una campaña presidencial. Se pueden diferenciar aquéllas que destacan por la continuidad de sus políticas de Estado, de otros con una sucesión democrática de partidos “capta capitales” o “espanta capitales” como define el periodista Andrés Oppenheimer. Los primeros destacan precisamente por la alternancia democrática no exenta de desgastes político del jefe de Estado saliente, los segundos se caracterizan por su andar en el límite y las elecciones presidenciales se convierten en la válvula de escape de una olla a presión.
El estilo de los candidatos presidenciales también marca la diferencia de un partido ya sea “capta o espanta capital”. Los primeros honran los contratos, velan por cumplir y hacer cumplir la Constitución y su Estado de Derecho; los segundos proponen nuevas asambleas constituyentes, medidas efectistas contra la corrupción y delincuencia tan populistas como alejadas de la realidad, además de un señalamiento al Congreso y la administración de justicia como las instituciones madre de los problemas nacionales. La vigencia del Estado de Derecho es el respaldo ante cualquier actuación irregular de las instituciones políticas. De este modo, los beneficios de la estabilidad y alternancia surgida desde esos parámetros democráticos se manifestarán progresivamente sin importar la extensión territorial y recursos naturales de las comunidades políticas.