El gobierno del presidente Francisco Sagasti -ese que muchas veces parece timorato, sin rumbo y que solo espera la llegada del 28 de julio para que todo se acabe-, tiene en estos días la inmensa responsabilidad de adoptar medidas para evitar otra masacre de peruanos por parte de esta pandemia que fue manejada de la peor manera por la administración del vacado Martín Vizcarra.

Sea un “rebrote” o una “segunda ola”, lo cierto es que la cosa se está poniendo más que complicada. Ya casi no hay camas UCI, como ha advertido ayer el presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, Jesús Valverde, mientras miles de personas siguen en las calles sin respetar las medidas básicas para evitar el contagio. Lo vimos en las fiestas de fin de año y en las playas.

Ojo que ayer el Reino Unido ha dispuesto nuevamente una medida de aislamiento social, muy similar a la que se estableció en marzo pasado. Sería bueno saber si el gobierno del presidente Sagasti ya está tomando previsiones para ampliar el número de camas UCI, o a fin de procurar oxígeno para que los peruanos no tengan que morir en las calles, ahogados por el virus, como sucedió a mediados de 2020.

Cabría preguntar también si los médicos, militares y policías ya cuentan con los equipos de protección necesarios y la logística que les haga falta para ponerse nuevamente en la primera línea de la lucha contra esta brutal enfermedad que antes nos cogió desprevenidos, pero que esta vez nos debería tomar en otras condiciones. ¿O es que vamos a tropezar nuevamente con las mismas piedras?

Para hacer frente a lo que se viene, que nuevamente está poniendo al mundo de rodillas, se necesitan menos tertulias y poemas, y más gestión. Se trata de evitar miles de muertos más. De lo que se haga ahora dependerá cómo saldremos del rebrote o la “segunda ola”, que debió cogernos con esas vacunas que por la ineptitud del Estado aún no sabemos cuándo llegarán.