La ceremonia oficial organizada tras el sensible fallecimiento del expresidente chileno, Sebastián Piñera, llamó la atención por una serie de protocolos que, además de mostrar una fuerte institucionalidad, revela algunas formas que se corresponden más con las tradiciones monárquicas que republicanas; por ejemplo, la guardia de honor que escoltó su féretro, compuesta por los expresidentes Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Michelle Bachelet y el actual jefe de Estado, Gabriel Boric. En el Perú también apreciamos algunos ejemplos asentados en nuestra tradición; por ejemplo, la sede del Ejecutivo se denomina Palacio a pesar que no la habita un monarca. En los Estados Unidos lleva el nombre de Casa Blanca, donde llama la atención sus acogedoras salas interiores, inclusive el Salón Oval que vemos en las noticias, series y películas. Argentina y Chile siguieron similar ejemplo, Casa Rosada o Casa de La Moneda, respectivamente. Hace unas décadas, la prensa nacional denominaba “Casa de Pizarro” al Palacio de Gobierno en alusión a la estatua del Conquistador que entonces se encontraba situada a su lado. Durante la Parada Militar, entre los años 2011-2016, también vimos al jefe de Estado acompañado de su cónyuge en el estrado oficial como si fuese la Corona, cuando en una República corresponde que los titulares del Congreso y judicatura estén a su lado. Otra costumbre, pero más difundida en la región es la ceremonia del “besa manos” al jefe de Estado cuando asume la presidencia, en vez del saludo oficial de las instituciones públicas. Son rasgos que atestiguan un pasado virreinal que conservamos en el tiempo.

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