El repentino nombramiento del abogado chiclayano Félix Chero como nuevo ministro de Justicia y Derechos Humanos en reemplazo de Ángel Yldefonso a pesar de sus antecedentes nada santos, no puede ser casualidad ni “descuido” de un presidente “inocente” o que está “aprendiendo”, pues desde hace tiempo son conocidos los cuestionamientos a este personaje que algún día defendió al violador de una menor de edad y que ha tenido más de un lío en el Poder Judicial.

Lo de Chero es apenas un caso de muchísimos en que se nombra a gente descalificada para ocupar los más altos cargos en el Estado. Ayer en Correo hemos mostrado que en apenas ocho meses van 50 ministros y que solo tres jefes de carteras no han sido cambiados (Desarrollo e Inclusión Social, Vivienda y Construcción, y Comercio Exterior y Turismo). La alta rotación es escandalosa y absolutamente incompatible con una administración seria que busque eficiencia.

Cada vez que se cambia un ministro, más allá de los motivos, también se van viceministros, asesores, directores, funcionarios, jefes de organismos adscritos y demás. Así no puede haber continuidad en el trabajo, lo que afecta el avance del país. El presidente Pedro Castillo se queja de “zancadilla” y que no lo dejan trabajar “por el pueblo”. Sin embargo, él es el principal responsable de tener a la administración pública con tantas recomposiciones producto de sus malos nombramientos.

Veamos lo que pasa en el Ministerio de Salud con las cifras de vacunación que se han desplomado, con el gran problema que es el sector Energía y Minas frente a la precaria situación de Petroperú, con Interior donde no encuentran una estrategia de lucha contra la delincuencia con una policía “desbordada”, o en Educación donde los colegios son un desastre luego de dos años de estar cerrado a causa de la pandemia. ¿Así trabaja por los pobres el gobierno del profesor?

En el primer párrafo de esta columna señalo que lo de Chero y otros personajes dudosos no puede ser casualidad. Poner gente impresentable y con cuestionamientos hasta de asesinato y terrorismo, parece parte de una “estrategia” de Castillo y Vladimir Cerrón para copar el Estado con delincuentes, ineptos y sinvergüenzas, buscar censuras y más líos con la oposición, “agudizar las contradicciones”, hacer que todo estalle y ofrecer otra Constitución como “solución”. Mucho cuidado.